Con un fin absolutamente comercial en una de las más grandes haciendas
de la villa en el XVII o en el entorno de la Plaza de Beatriz de
Méndez en el XVIII y con una dimensión cultural insospechada en el
Casino Campestre en los siglos XIX y XX, las ferias ganaderas de
Camagüey constituyen un importante mosaico de su memoria. Producción,
comercialización, tradición e interés por el progreso de la "patria
chica" se entrelazan con una de las fiestas más populares de la
región: el San Juan Camagüeyano.
Poseer las más puras y productivas de las razas ganaderas en la isla y
obtener una medalla, trofeo o galardón en una de las ediciones de la
Feria Ganadera, apenas es una intención, un propósito, o una
satisfacción del productor; en su connotación cultural y entorno a
ello, se muestra el trabajo artesanal de los talabarteleros, el arte
de los herreros que personalizan el hierro de marcar las reses, el
estribo por el que se ha de montar a caballo, o el cencerro que
servirá de guía al montero. Hay, en ese mundo de festividad, un goce
estético para diseñar cada elemento que gira en torno a la Exposición
de la Feria Ganadera y ninguno puede quedar olvidado, de hecho, cada
edición será un desafío para sus organizadores, que se empeñarán en
enriquecer la muestra con lo mejor del "país", como se llamaba
entonces a la villa.
En función de recordar esa cultura, el Museo Provincial Ignacio
Agramonte ha traído a este espacio un conjunto de piezas o exponentes
de sus colecciones; evidencias de ese importante eslabón en la memoria
del Camagüey y sus habitantes: fotografías, montura, estribo,
cencerro, medallas, cintas de feria, tijeras para cortar tarros y
trofeos, son obras referentes de una sólida cultura a la que es
preciso penetrar.
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