miércoles, 18 de julio de 2012

Patrimonio cultural de Ciego de Ávila: La ciudad.

Ciego de Ávila es una ciudad de retícula en damero. El plano de
finales del siglo XIX deja claras las pretensiones de sus centros
políticos administrativos de construirla de espaldas al paisaje urbano
heredado de su ciudad madre, Camagüey. En el centro una amplia manzana
en el que se impone un frondoso arbolado que propicia el esparcimiento
y a partir de los ejes que le sirven de límites: Independencia,
Honorato del Castillo, Maceo y Marcial Gómez, un sistema de ejes que
se cortan en ángulos rectos y que en sus esquinas anuncian no solo el
nombre de sus ejes sino también el punto cardinal al que corresponde.
Así, tropieza el visitante con Independencia Este e Independencia
Oeste; o en el caso perpendicular, Honorato del Castillo Norte u
Honorato del Castillo Sur. Lo curioso es que a esta especificidad
hacen caso omiso los documentos promocionales incluyendo los mapas
guía que publica Infotur. Bueno tampoco parece resultar muy necesario
porque los mismos habitantes hacen caso omiso a este detalle. Ante
cualquier interés en aproximarse a la imagen urbana resulta
aconsejable arribar a la esquina de Marcial Gómez y Joaquín Agüero,
donde el arquitecto Florencio Tornos Reyes y el historiador de la
ciudad Ángel Cabrera, con el talento del artista Nelson Toris Figueroa
han colocado el plano al que hemos hecho referencia en bronce, al
estilo del que colocaron los tuneros en las inmediaciones del Parque
Calixto García.
Pero en su perfil Ciego ha dado la espalda al conservadurismo y
rectitud del que habla su trazado. El paisaje arquitectónico desdecirá
de un apego al pasado demostrando su potencialidad para sumarse a los
nuevos horizontes culturales; no importa de donde vengan.

Pancha plancha… : Patrimonio colonial doméstico en el Museo Ignacio Agramonte.

Incitando a recordar el trabalenguas popular: "Pancha plancha con
cuatro planchas, ¿con cuántas planchas Pancha plancha?", la museóloga
Yudenia Martínez García presenta la muestra del mes de julio en el
Museo Provincial Ignacio Agramonte y Loynaz: cuatro piezas que narran
el desarrollo tecnológico de ese equipo doméstico al que el hombre
contemporáneo ha intentado echar a un lado a partir de la conquista de
tejidos que por textura o renovados gustos estéticos evaden sus
servicios.
Las piezas, cuatro planchas, "con las que Pancha plancharía",
pertenecen a la colección de objetos históricos y todas se ubican en
tiempos anteriores a las que llegarían a estrechar vínculos con la
corriente eléctrica. Por su estilo, cada una de estas planchas
incitan a penetrar en el contexto en que fueron hechas y no solo por
su relación con la fuente energética que utilizan, sino también por la
relación que cada una de ellas debió establecer con su primigenio
propietario o los que vendrían tras él.
Tres de las planchas que se exhiben son de hierro y se subordinan al
uso del carbón, sin embargo hay marcadas diferencias entre ellas. De
las que se han de poner directamente al carbón la menor, parece estar
diseñada para piezas o accesorios de vestir pequeños, mientras que la
segunda, de planta triangular, se presenta como la más popular de
todas, tan popular, que recuerdo en mi niñez ciertos rumores que la
revelaban muy eficaz en la neutralización de algún enemigo, pues solo
bastaba escribir su nombre en papel de cartucho y colocarlo debajo de
este pesado artefacto en algún rincón de la casa o en el patio. El
tercer exponente del conjunto responde a la necesidad de mantener la
temperatura de forma permanente durante el planchado, de ahí el
depósito de carbón sobre su base y la presencia de una tapa para
lograr cierto hermetismo.
Como himno al progreso se muestra la cuarta pieza, perteneciente a la
primera mitad del siglo XX, y fruto del uso del keroseno en equipos
domésticos como cocinas y refrigeradores. Diseñada por la firma
comercial norteamericana Sure Flamez, el equipo destierra el empleo de
metales pesados como el hierro para incorporar aleaciones que las
dotan de mayor manualidad.

martes, 17 de julio de 2012

Patrimonio cultural de Ciego de Ávila. Mirar de forastero.

En los espacios en que la ciudad viene a ser un tema de conversación
resulta extraño que no se mencione a la de Ciego de Ávila.
Recientemente le escuché decir a la doctora Alicia García Santana, una
de las voces más autorizadas en el tema, que observó en ella un loable
trabajo en la labor de rescate y puesta en valor del patrimonio
cultural que atesora, y la consideraba de un mérito incuestionable.
Por supuesto, Alicia García es de esas investigadoras cuya agudeza le
permite mirar al conjunto por encima de intervenciones puntuales que
puedan erigirse en signo de las posturas extremas en toda teoría
patrimonial. Esa nobleza para entender belleza en aquellas empresas
respaldadas por el deseo de hacer fructificar un proyecto desde sus
orígenes, al margen de grandilocuencias, deja importantes resultado.
Sin embargo, a fin de evitar erróneas comparaciones con otras
ciudades, recordemos que Ciego no es una de las primeras ciudades
cubanas, sino más bien una de sus hijas y dentro de esas madres, la
suya es quizás la más tradicional de todas, la nombrada entonces Santa
María del Puerto del Príncipe, hoy Camagüey.
Sobre estos antecedentes, el criterio de Alicia y el reconocimiento
del que goza su "progresar" en tiempos tan difíciles, me aventuré a
penetrarla hasta donde me fuera posible los días 13, 14 y 15 de julio;
tres inquietas jornadas que a modo de crónicas de viajes, comparto con
ustedes, amigos de el Advenedizo. No lo olvide, este es solo el mirar
de un forastero.
Ya sabemos cuán complejo es hoy hacer turismo nacional. Si bien ahora
Astro ofrece la posibilidad de sacar pasaje de ida y regreso desde
cualquiera de las agencias existentes en la isla, la inexistencia de
una red de instalaciones en las que reservar un hospedaje convierte en
utopía el sueño de conocer el país. Pero las utopías merecen ser
defendidas, de modo que si se pone serio empeño en ello, por más que
reúna todos los rasgos de irrealidad inherente a la utopía, debe
ponerse pleno empeño en su materialización.
Con buena suerte puede usted empezar su gestión por un levantamiento
de las instalaciones de Ciego y con el ánimo de "resolver" inicia un
pezquisaje por teléfono. Como soñar ha de hacerse en grande se piensa
primero en un hotel ubicado en el centro de la ciudad, en el Hotel
Santiago Habana, ubicado en la calle Honorato del Castillo y Carretera
Central con teléfono 225772 o en el Sevilla, en pleno boulevard de la
ciudad, Calle Independencia entre Maceo y Honorato del Castillo, con
teléfono 225772. Ese será el comienzo para intentar descubrir a Ciego
de Ávila, una ciudad en constante y fructífera riña con su hermana
Morón.

Pancha plancha… : Patrimonio colonial doméstico en el Museo Ignacio Agramonte.

Incitando a recordar el trabalenguas popular: "Pancha plancha con
cuatro planchas, ¿con cuántas planchas Pancha plancha?", la museóloga
Yudenia Martínez García presenta la muestra del mes de julio en el
Museo Provincial Ignacio Agramonte y Loynaz: cuatro piezas que narran
el desarrollo tecnológico de ese equipo doméstico al que el hombre
contemporáneo ha intentado echar a un lado a partir de la conquista de
tejidos que por textura o renovados gustos estéticos evaden sus
servicios.
Las piezas, cuatro planchas, "con las que Pancha plancharía",
pertenecen a la colección de objetos históricos y todas se ubican en
tiempos anteriores a las que llegarían a estrechar vínculos con la
corriente eléctrica. Por su estilo, cada una de estas planchas
incitan a penetrar en el contexto en que fueron hechas y no solo por
su relación con la fuente energética que utilizan, sino también por la
relación que cada una de ellas debió establecer con su primigenio
propietario o los que vendrían tras él.
Tres de las planchas que se exhiben son de hierro y se subordinan al
uso del carbón, sin embargo hay marcadas diferencias entre ellas. De
las que se han de poner directamente al carbón la menor, parece estar
diseñada para piezas o accesorios de vestir pequeños, mientras que la
segunda, de planta triangular, se presenta como la más popular de
todas, tan popular, que recuerdo en mi niñez ciertos rumores que la
revelaban muy eficaz en la neutralización de algún enemigo, pues solo
bastaba escribir su nombre en papel de cartucho y colocarlo debajo de
este pesado artefacto en algún rincón de la casa o en el patio. El
tercer exponente del conjunto responde a la necesidad de mantener la
temperatura de forma permanente durante el planchado, de ahí el
depósito de carbón sobre su base y la presencia de una tapa para
lograr cierto hermetismo.
Como himno al progreso se muestra la cuarta pieza, perteneciente a la
primera mitad del siglo XX, y fruto del uso del keroseno en equipos
domésticos como cocinas y refrigeradores. Diseñada por la firma
comercial norteamericana Sure Flamez, el equipo destierra el empleo de
metales pesados como el hierro para incorporar aleaciones que las
dotan de mayor manualidad.