miércoles, 18 de julio de 2012

Patrimonio cultural de Ciego de Ávila: La ciudad.

Ciego de Ávila es una ciudad de retícula en damero. El plano de
finales del siglo XIX deja claras las pretensiones de sus centros
políticos administrativos de construirla de espaldas al paisaje urbano
heredado de su ciudad madre, Camagüey. En el centro una amplia manzana
en el que se impone un frondoso arbolado que propicia el esparcimiento
y a partir de los ejes que le sirven de límites: Independencia,
Honorato del Castillo, Maceo y Marcial Gómez, un sistema de ejes que
se cortan en ángulos rectos y que en sus esquinas anuncian no solo el
nombre de sus ejes sino también el punto cardinal al que corresponde.
Así, tropieza el visitante con Independencia Este e Independencia
Oeste; o en el caso perpendicular, Honorato del Castillo Norte u
Honorato del Castillo Sur. Lo curioso es que a esta especificidad
hacen caso omiso los documentos promocionales incluyendo los mapas
guía que publica Infotur. Bueno tampoco parece resultar muy necesario
porque los mismos habitantes hacen caso omiso a este detalle. Ante
cualquier interés en aproximarse a la imagen urbana resulta
aconsejable arribar a la esquina de Marcial Gómez y Joaquín Agüero,
donde el arquitecto Florencio Tornos Reyes y el historiador de la
ciudad Ángel Cabrera, con el talento del artista Nelson Toris Figueroa
han colocado el plano al que hemos hecho referencia en bronce, al
estilo del que colocaron los tuneros en las inmediaciones del Parque
Calixto García.
Pero en su perfil Ciego ha dado la espalda al conservadurismo y
rectitud del que habla su trazado. El paisaje arquitectónico desdecirá
de un apego al pasado demostrando su potencialidad para sumarse a los
nuevos horizontes culturales; no importa de donde vengan.

Pancha plancha… : Patrimonio colonial doméstico en el Museo Ignacio Agramonte.

Incitando a recordar el trabalenguas popular: "Pancha plancha con
cuatro planchas, ¿con cuántas planchas Pancha plancha?", la museóloga
Yudenia Martínez García presenta la muestra del mes de julio en el
Museo Provincial Ignacio Agramonte y Loynaz: cuatro piezas que narran
el desarrollo tecnológico de ese equipo doméstico al que el hombre
contemporáneo ha intentado echar a un lado a partir de la conquista de
tejidos que por textura o renovados gustos estéticos evaden sus
servicios.
Las piezas, cuatro planchas, "con las que Pancha plancharía",
pertenecen a la colección de objetos históricos y todas se ubican en
tiempos anteriores a las que llegarían a estrechar vínculos con la
corriente eléctrica. Por su estilo, cada una de estas planchas
incitan a penetrar en el contexto en que fueron hechas y no solo por
su relación con la fuente energética que utilizan, sino también por la
relación que cada una de ellas debió establecer con su primigenio
propietario o los que vendrían tras él.
Tres de las planchas que se exhiben son de hierro y se subordinan al
uso del carbón, sin embargo hay marcadas diferencias entre ellas. De
las que se han de poner directamente al carbón la menor, parece estar
diseñada para piezas o accesorios de vestir pequeños, mientras que la
segunda, de planta triangular, se presenta como la más popular de
todas, tan popular, que recuerdo en mi niñez ciertos rumores que la
revelaban muy eficaz en la neutralización de algún enemigo, pues solo
bastaba escribir su nombre en papel de cartucho y colocarlo debajo de
este pesado artefacto en algún rincón de la casa o en el patio. El
tercer exponente del conjunto responde a la necesidad de mantener la
temperatura de forma permanente durante el planchado, de ahí el
depósito de carbón sobre su base y la presencia de una tapa para
lograr cierto hermetismo.
Como himno al progreso se muestra la cuarta pieza, perteneciente a la
primera mitad del siglo XX, y fruto del uso del keroseno en equipos
domésticos como cocinas y refrigeradores. Diseñada por la firma
comercial norteamericana Sure Flamez, el equipo destierra el empleo de
metales pesados como el hierro para incorporar aleaciones que las
dotan de mayor manualidad.

martes, 17 de julio de 2012

Patrimonio cultural de Ciego de Ávila. Mirar de forastero.

En los espacios en que la ciudad viene a ser un tema de conversación
resulta extraño que no se mencione a la de Ciego de Ávila.
Recientemente le escuché decir a la doctora Alicia García Santana, una
de las voces más autorizadas en el tema, que observó en ella un loable
trabajo en la labor de rescate y puesta en valor del patrimonio
cultural que atesora, y la consideraba de un mérito incuestionable.
Por supuesto, Alicia García es de esas investigadoras cuya agudeza le
permite mirar al conjunto por encima de intervenciones puntuales que
puedan erigirse en signo de las posturas extremas en toda teoría
patrimonial. Esa nobleza para entender belleza en aquellas empresas
respaldadas por el deseo de hacer fructificar un proyecto desde sus
orígenes, al margen de grandilocuencias, deja importantes resultado.
Sin embargo, a fin de evitar erróneas comparaciones con otras
ciudades, recordemos que Ciego no es una de las primeras ciudades
cubanas, sino más bien una de sus hijas y dentro de esas madres, la
suya es quizás la más tradicional de todas, la nombrada entonces Santa
María del Puerto del Príncipe, hoy Camagüey.
Sobre estos antecedentes, el criterio de Alicia y el reconocimiento
del que goza su "progresar" en tiempos tan difíciles, me aventuré a
penetrarla hasta donde me fuera posible los días 13, 14 y 15 de julio;
tres inquietas jornadas que a modo de crónicas de viajes, comparto con
ustedes, amigos de el Advenedizo. No lo olvide, este es solo el mirar
de un forastero.
Ya sabemos cuán complejo es hoy hacer turismo nacional. Si bien ahora
Astro ofrece la posibilidad de sacar pasaje de ida y regreso desde
cualquiera de las agencias existentes en la isla, la inexistencia de
una red de instalaciones en las que reservar un hospedaje convierte en
utopía el sueño de conocer el país. Pero las utopías merecen ser
defendidas, de modo que si se pone serio empeño en ello, por más que
reúna todos los rasgos de irrealidad inherente a la utopía, debe
ponerse pleno empeño en su materialización.
Con buena suerte puede usted empezar su gestión por un levantamiento
de las instalaciones de Ciego y con el ánimo de "resolver" inicia un
pezquisaje por teléfono. Como soñar ha de hacerse en grande se piensa
primero en un hotel ubicado en el centro de la ciudad, en el Hotel
Santiago Habana, ubicado en la calle Honorato del Castillo y Carretera
Central con teléfono 225772 o en el Sevilla, en pleno boulevard de la
ciudad, Calle Independencia entre Maceo y Honorato del Castillo, con
teléfono 225772. Ese será el comienzo para intentar descubrir a Ciego
de Ávila, una ciudad en constante y fructífera riña con su hermana
Morón.

Pancha plancha… : Patrimonio colonial doméstico en el Museo Ignacio Agramonte.

Incitando a recordar el trabalenguas popular: "Pancha plancha con
cuatro planchas, ¿con cuántas planchas Pancha plancha?", la museóloga
Yudenia Martínez García presenta la muestra del mes de julio en el
Museo Provincial Ignacio Agramonte y Loynaz: cuatro piezas que narran
el desarrollo tecnológico de ese equipo doméstico al que el hombre
contemporáneo ha intentado echar a un lado a partir de la conquista de
tejidos que por textura o renovados gustos estéticos evaden sus
servicios.
Las piezas, cuatro planchas, "con las que Pancha plancharía",
pertenecen a la colección de objetos históricos y todas se ubican en
tiempos anteriores a las que llegarían a estrechar vínculos con la
corriente eléctrica. Por su estilo, cada una de estas planchas
incitan a penetrar en el contexto en que fueron hechas y no solo por
su relación con la fuente energética que utilizan, sino también por la
relación que cada una de ellas debió establecer con su primigenio
propietario o los que vendrían tras él.
Tres de las planchas que se exhiben son de hierro y se subordinan al
uso del carbón, sin embargo hay marcadas diferencias entre ellas. De
las que se han de poner directamente al carbón la menor, parece estar
diseñada para piezas o accesorios de vestir pequeños, mientras que la
segunda, de planta triangular, se presenta como la más popular de
todas, tan popular, que recuerdo en mi niñez ciertos rumores que la
revelaban muy eficaz en la neutralización de algún enemigo, pues solo
bastaba escribir su nombre en papel de cartucho y colocarlo debajo de
este pesado artefacto en algún rincón de la casa o en el patio. El
tercer exponente del conjunto responde a la necesidad de mantener la
temperatura de forma permanente durante el planchado, de ahí el
depósito de carbón sobre su base y la presencia de una tapa para
lograr cierto hermetismo.
Como himno al progreso se muestra la cuarta pieza, perteneciente a la
primera mitad del siglo XX, y fruto del uso del keroseno en equipos
domésticos como cocinas y refrigeradores. Diseñada por la firma
comercial norteamericana Sure Flamez, el equipo destierra el empleo de
metales pesados como el hierro para incorporar aleaciones que las
dotan de mayor manualidad.

jueves, 28 de junio de 2012

Bueno, bonito y barato. Camagüeyanos en la XI Bienal de La Habana.

La Oncena Bienal, realizada entre el 11 de mayo y el 11 de junio de
2012, vino a ser una lección de ética y estética para cualquier
receptor, una encrucijada que exigía agudeza para penetrar en los
intersticios de una realidad insoslayablemente compleja; tan compleja
e insoslayable como el hecho de subrayar la autenticidad y cubanía de
obras realizadas por artistas radicados en otros contextos o aquellas
que, pensadas o elaboradas por residentes en Cuba, no podrían
realizarse sin el financiamiento de patrocinadores extranjeros.
Especial espacio merece el proyecto curatorial Sopa 3B, del
licenciado Juan Gutiérrez Sartre, una suerte de expo venta bajo los
presupuestos de bueno, bonito y barato en el que los artistas devienen
"cuentapropistas" y, por tanto, someten a consideración del público
sus producciones artísticas bajo el simbólico o "módico" precio de 1
CUC o su equivalente en Moneda Nacional, 25 pesos. ¿Anuncio de "nuevas
prácticas artísticas e imaginarios sociales"? Un paralelo entre Sopa
3B, con sede en el entorno de la Galería Wifredo Lam, en Marianao y La
caza del éxito, curaduría de Nelson Herrera Ysla, en el Centro de
Desarrollo de las Artes Plásticas, ubicado en la Plaza Vieja del
Centro Histórico de La Habana, Patrimonio de la Humanidad, permite
algunas consideraciones al respecto.
Mientras La caza… legitimaba en el espacio galerístico la
reconstrucción popular de las obras de los maestros vanguardista del
arte en Cuba y América: Lam, Víctor Manuel, Mariano, Frida Kalo y
Botero, entre otros, junto a elementos símbolos de la República
Neocolonial como balaustradas lumínicas, copones, leones, chapas de
automóviles y cuantas figuras de yeso podamos imaginar; Sopa 3B se
sumergía en la práctica de propiciar al transeúnte del entorno del
anfiteatro de Marianao la adquisición de una obra de factura y
concepto legalmente contemporáneo. De modo que si La caza… proponía un
discurso museográfico integrado por obras de probada demanda en el
ámbito urbano capitalino —con franca extensión al interior de la
isla—; Sopa 3B construía una especie de timbiriches en los que
adquirir, no a través de un intermediario como ocurre en el caso de
las re-reproducciones de La caza…, sino directamente a sus autores una
pieza artística. En la Plaza Vieja del centro Histórico de La Habana,
"artesanos, productores (como suelen llamarse ellos mismos) y en menor
cuantía artistas". En las inmediaciones del Anfiteatro de Marianao,
profesionales y creadores del Camagüey en un genuino salto de la
periferia —en cuanto a isla— a una periferia "otra" —en el ámbito
capitalino.
Así, durante tres jornadas (28, 29 y 30 de mayo), desde las 10 de la
mañana y hasta entrada la tarde, la memoria del Camagüey se hizo
mercancía en arte. La reciente producción de elefantes en óleo sobre
lienzo que conectan a Oscar Rodríguez Martínez (Oscar Jr.) con su
infancia, siempre con esa sólida composición y factura que él mismo se
exige; las sólidas escenas callejeras de Asniel Herrera (Chuly) que
parecen desdibujarse tras el paso de un tiempo reciente, y las
imágenes de una ciudad que se resiste a perderse en los paisajes de
Enrique Murgas, Alí Hamouní y, en una dimensión de mayor
universalidad, en las citadinas de Jorge Luis Pulido, alternaron con
las sólidas figuras, fantasmagóricas por su lejanía, de Joel González
Pallerolls, los grabados de Alexis Pérez Ruiz, Marlon García Sardiñas
y la invitada Silvia Nacy Barrios quienes jugaban con la gráfica de
los 60 ahora recontextualizada en el siglo XXI. A ello se añadía el
juego que establece Eduardo Castillo mediante la combinación de una
tecnología ya en desuso —disquete 3 ½ — y la siempre picardía erótica
que ha acompañado a los seres humanos de por vida y las estampas
fotográficas de carácter teatral de Annielsis Pérez.
De todo había en la viña del Señor. Estaban allí las canoas de Eduardo
Rosales Ruíz, acompañadas de oportunos fragmentos de historias
publicadas en la prensa; los girasoles y una amplia gama de deidades
afrocubanas de Julio Hernández; los candentes comentarios de Néstor
Siré y la desalentadora poética existencial de Juan Gutiérrez Sastre y
Damián Borges de León; todos discursos que alzaban la voz, desde el
arte, por un espacio más tangible para los artistas. El quehacer
Kevin Ávila (Akero) con sus caricaturescos seres, los grabados de
Thaimí Bautista y Leonardo P. Rodríguez, los rostros en carboncillos
de Yanel Hernández Prieto, y la síntesis visual en las imágenes de
David González Pérez, retaron a los transeúntes de Marianao, muchos de
ellos, sin lugar a dudas, fieles amantes de las piezas que se
exponían en La caza del éxito.
Como aquel queso de Najasa o la barra de guayaba que intelectuales
camagüeyanos ofrecían a sus colegas habaneros en la primera mitad del
siglo XIX, así fue la oferta que artistas contemporáneos de la
localidad hicieron a la Oncena Bienal. Una producción artística,
auténtica, genuina, quedó allí, en algún lugar de La Habana.
Bienaventurados los que distanciados de La caza del éxito se
aproximaron a Sopa 3B, a esos 10 kioscos-timbiriches donde los
"artistas" expendían la buena, bonita y barata obra de arte

miércoles, 27 de junio de 2012

Bueno, bonito y barato. Camagüeyanos en la XI Bienal de La Habana.

La Oncena Bienal, realizada entre el 11 de mayo y el 11 de junio de
2012, vino a ser una lección de ética y estética para cualquier
receptor, una encrucijada que exigía agudeza para penetrar en los
intersticios de una realidad insoslayablemente compleja; tan compleja
e insoslayable como el hecho de subrayar la autenticidad y cubanía de
obras realizadas por artistas radicados en otros contextos o aquellas
que, pensadas o elaboradas por residentes en Cuba, no podrían
realizarse sin el financiamiento de patrocinadores extranjeros.
Especial espacio merece el proyecto curatorial Sopa 3B, del
licenciado Juan Gutiérrez Sartre, una suerte de expo venta bajo los
presupuestos de bueno, bonito y barato en el que los artistas devienen
"cuentapropistas" y, por tanto, someten a consideración del público
sus producciones artísticas bajo el simbólico o "módico" precio de 1
CUC o su equivalente en Moneda Nacional, 25 pesos. ¿Anuncio de "nuevas
prácticas artísticas e imaginarios sociales"? Un paralelo entre Sopa
3B, con sede en el entorno de la Galería Wifredo Lam, en Marianao y La
caza del éxito, curaduría de Nelson Herrera Ysla, en el Centro de
Desarrollo de las Artes Plásticas, ubicado en la Plaza Vieja del
Centro Histórico de La Habana, Patrimonio de la Humanidad, permite
algunas consideraciones al respecto.
Mientras La caza… legitimaba en el espacio galerístico la
reconstrucción popular de las obras de los maestros vanguardista del
arte en Cuba y América: Lam, Víctor Manuel, Mariano, Frida Kalo y
Botero, entre otros, junto a elementos símbolos de la República
Neocolonial como balaustradas lumínicas, copones, leones, chapas de
automóviles y cuantas figuras de yeso podamos imaginar; Sopa 3B se
sumergía en la práctica de propiciar al transeúnte del entorno del
anfiteatro de Marianao la adquisición de una obra de factura y
concepto legalmente contemporáneo. De modo que si La caza… proponía un
discurso museográfico integrado por obras de probada demanda en el
ámbito urbano capitalino —con franca extensión al interior de la
isla—; Sopa 3B construía una especie de timbiriches en los que
adquirir, no a través de un intermediario como ocurre en el caso de
las re-reproducciones de La caza…, sino directamente a sus autores una
pieza artística. En la Plaza Vieja del centro Histórico de La Habana,
"artesanos, productores (como suelen llamarse ellos mismos) y en menor
cuantía artistas". En las inmediaciones del Anfiteatro de Marianao,
profesionales y creadores del Camagüey en un genuino salto de la
periferia —en cuanto a isla— a una periferia "otra" —en el ámbito
capitalino.
Así, durante tres jornadas (28, 29 y 30 de mayo), desde las 10 de la
mañana y hasta entrada la tarde, la memoria del Camagüey se hizo
mercancía en arte. La reciente producción de elefantes en óleo sobre
lienzo que conectan a Oscar Rodríguez Martínez (Oscar Jr.) con su
infancia, siempre con esa sólida composición y factura que él mismo se
exige; las sólidas escenas callejeras de Asniel Herrera (Chuly) que
parecen desdibujarse tras el paso de un tiempo reciente, y las
imágenes de una ciudad que se resiste a perderse en los paisajes de
Enrique Murgas, Alí Hamouní y, en una dimensión de mayor
universalidad, en las citadinas de Jorge Luis Pulido, alternaron con
las sólidas figuras, fantasmagóricas por su lejanía, de Joel González
Pallerolls, los grabados de Alexis Pérez Ruiz, Marlon García Sardiñas
y la invitada Silvia Nacy Barrios quienes jugaban con la gráfica de
los 60 ahora recontextualizada en el siglo XXI. A ello se añadía el
juego que establece Eduardo Castillo mediante la combinación de una
tecnología ya en desuso —disquete 3 ½ — y la siempre picardía erótica
que ha acompañado a los seres humanos de por vida y las estampas
fotográficas de carácter teatral de Annielsis Pérez.
De todo había en la viña del Señor. Estaban allí las canoas de Eduardo
Rosales Ruíz, acompañadas de oportunos fragmentos de historias
publicadas en la prensa; los girasoles y una amplia gama de deidades
afrocubanas de Julio Hernández; los candentes comentarios de Néstor
Siré y la desalentadora poética existencial de Juan Gutiérrez Sastre y
Damián Borges de León; todos discursos que alzaban la voz, desde el
arte, por un espacio más tangible para los artistas. El quehacer
Kevin Ávila (Akero) con sus caricaturescos seres, los grabados de
Thaimí Bautista y Leonardo P. Rodríguez, los rostros en carboncillos
de Yanel Hernández Prieto, y la síntesis visual en las imágenes de
David González Pérez, retaron a los transeúntes de Marianao, muchos de
ellos, sin lugar a dudas, fieles amantes de las piezas que se
exponían en La caza del éxito.
Como aquel queso de Najasa o la barra de guayaba que intelectuales
camagüeyanos ofrecían a sus colegas habaneros en la primera mitad del
siglo XIX, así fue la oferta que artistas contemporáneos de la
localidad hicieron a la Oncena Bienal. Una producción artística,
auténtica, genuina, quedó allí, en algún lugar de La Habana.
Bienaventurados los que distanciados de La caza del éxito se
aproximaron a Sopa 3B, a esos 10 kioscos-timbiriches donde los
"artistas" expendían la buena, bonita y barata obra de arte.

BUENO, BONITO Y BARATO. CAMAGÜEYANOS EN LA XI BIENAL DE LA HABANA

La Oncena Bienal, realizada entre el 11 de mayo y el 11 de junio de
2012, vino a ser una lección de ética y estética para cualquier
receptor, una encrucijada que exigía agudeza para penetrar en los
intersticios de una realidad insoslayablemente compleja; tan compleja
e insoslayable como el hecho de subrayar la autenticidad y cubanía de
obras realizadas por artistas radicados en otros contextos o aquellas
que, pensadas o elaboradas por residentes en Cuba, no podrían
realizarse sin el financiamiento de patrocinadores extranjeros.
Especial espacio merece el proyecto curatorial Sopa 3B, del
licenciado Juan Gutiérrez Sartre, una suerte de expo venta bajo los
presupuestos de bueno, bonito y barato en el que los artistas devienen
"cuentapropistas" y, por tanto, someten a consideración del público
sus producciones artísticas bajo el simbólico o "módico" precio de 1
CUC o su equivalente en Moneda Nacional, 25 pesos. ¿Anuncio de "nuevas
prácticas artísticas e imaginarios sociales"? Un paralelo entre Sopa
3B, con sede en el entorno de la Galería Wifredo Lam, en Marianao y La
caza del éxito, curaduría de Nelson Herrera Ysla, en el Centro de
Desarrollo de las Artes Plásticas, ubicado en la Plaza Vieja del
Centro Histórico de La Habana, Patrimonio de la Humanidad, permite
algunas consideraciones al respecto.
Mientras La caza… legitimaba en el espacio galerístico la
reconstrucción popular de las obras de los maestros vanguardista del
arte en Cuba y América: Lam, Víctor Manuel, Mariano, Frida Kalo y
Botero, entre otros, junto a elementos símbolos de la República
Neocolonial como balaustradas lumínicas, copones, leones, chapas de
automóviles y cuantas figuras de yeso podamos imaginar; Sopa 3B se
sumergía en la práctica de propiciar al transeúnte del entorno del
anfiteatro de Marianao la adquisición de una obra de factura y
concepto legalmente contemporáneo. De modo que si La caza… proponía un
discurso museográfico integrado por obras de probada demanda en el
ámbito urbano capitalino —con franca extensión al interior de la
isla—; Sopa 3B construía una especie de timbiriches en los que
adquirir, no a través de un intermediario como ocurre en el caso de
las re-reproducciones de La caza…, sino directamente a sus autores una
pieza artística. En la Plaza Vieja del centro Histórico de La Habana,
"artesanos, productores (como suelen llamarse ellos mismos) y en menor
cuantía artistas". En las inmediaciones del Anfiteatro de Marianao,
profesionales y creadores del Camagüey en un genuino salto de la
periferia —en cuanto a isla— a una periferia "otra" —en el ámbito
capitalino.
Así, durante tres jornadas (28, 29 y 30 de mayo), desde las 10 de la
mañana y hasta entrada la tarde, la memoria del Camagüey se hizo
mercancía en arte. La reciente producción de elefantes en óleo sobre
lienzo que conectan a Oscar Rodríguez Martínez (Oscar Jr.) con su
infancia, siempre con esa sólida composición y factura que él mismo se
exige; las sólidas escenas callejeras de Asniel Herrera (Chuly) que
parecen desdibujarse tras el paso de un tiempo reciente, y las
imágenes de una ciudad que se resiste a perderse en los paisajes de
Enrique Murgas, Alí Hamouní y, en una dimensión de mayor
universalidad, en las citadinas de Jorge Luis Pulido, alternaron con
las sólidas figuras, fantasmagóricas por su lejanía, de Joel González
Pallerolls, los grabados de Alexis Pérez Ruiz, Marlon García Sardiñas
y la invitada Silvia Nacy Barrios quienes jugaban con la gráfica de
los 60 ahora recontextualizada en el siglo XXI. A ello se añadía el
juego que establece Eduardo Castillo mediante la combinación de una
tecnología ya en desuso —disquete 3 ½ — y la siempre picardía erótica
que ha acompañado a los seres humanos de por vida y las estampas
fotográficas de carácter teatral de Annielsis Pérez.
De todo había en la viña del Señor. Estaban allí las canoas de Eduardo
Rosales Ruíz, acompañadas de oportunos fragmentos de historias
publicadas en la prensa; los girasoles y una amplia gama de deidades
afrocubanas de Julio Hernández; los candentes comentarios de Néstor
Siré y la desalentadora poética existencial de Juan Gutiérrez Sastre y
Damián Borges de León; todos discursos que alzaban la voz, desde el
arte, por un espacio más tangible para los artistas. El quehacer
Kevin Ávila (Akero) con sus caricaturescos seres, los grabados de
Thaimí Bautista y Leonardo P. Rodríguez, los rostros en carboncillos
de Yanel Hernández Prieto, y la síntesis visual en las imágenes de
David González Pérez, retaron a los transeúntes de Marianao, muchos de
ellos, sin lugar a dudas, fieles amantes de las piezas que se
exponían en La caza del éxito.
Como aquel queso de Najasa o la barra de guayaba que intelectuales
camagüeyanos ofrecían a sus colegas habaneros en la primera mitad del
siglo XIX, así fue la oferta que artistas contemporáneos de la
localidad hicieron a la Oncena Bienal. Una producción artística,
auténtica, genuina, quedó allí, en algún lugar de La Habana.
Bienaventurados los que distanciados de La caza del éxito se
aproximaron a Sopa 3B, a esos 10 kioscos-timbiriches donde los
"artistas" expendían la buena, bonita y barata obra de arte.

martes, 26 de junio de 2012

El Museo Agramonte en la Exposición de la Feria Ganadera 2012

Con un fin absolutamente comercial en una de las más grandes haciendas
de la villa en el XVII o en el entorno de la Plaza de Beatriz de
Méndez en el XVIII y con una dimensión cultural insospechada en el
Casino Campestre en los siglos XIX y XX, las ferias ganaderas de
Camagüey constituyen un importante mosaico de su memoria. Producción,
comercialización, tradición e interés por el progreso de la "patria
chica" se entrelazan con una de las fiestas más populares de la
región: el San Juan Camagüeyano.
Poseer las más puras y productivas de las razas ganaderas en la isla y
obtener una medalla, trofeo o galardón en una de las ediciones de la
Feria Ganadera, apenas es una intención, un propósito, o una
satisfacción del productor; en su connotación cultural y entorno a
ello, se muestra el trabajo artesanal de los talabarteleros, el arte
de los herreros que personalizan el hierro de marcar las reses, el
estribo por el que se ha de montar a caballo, o el cencerro que
servirá de guía al montero. Hay, en ese mundo de festividad, un goce
estético para diseñar cada elemento que gira en torno a la Exposición
de la Feria Ganadera y ninguno puede quedar olvidado, de hecho, cada
edición será un desafío para sus organizadores, que se empeñarán en
enriquecer la muestra con lo mejor del "país", como se llamaba
entonces a la villa.
En función de recordar esa cultura, el Museo Provincial Ignacio
Agramonte ha traído a este espacio un conjunto de piezas o exponentes
de sus colecciones; evidencias de ese importante eslabón en la memoria
del Camagüey y sus habitantes: fotografías, montura, estribo,
cencerro, medallas, cintas de feria, tijeras para cortar tarros y
trofeos, son obras referentes de una sólida cultura a la que es
preciso penetrar.

domingo, 3 de junio de 2012

Invitación

Queridos Todos:

La exposición "Mi imagen de la Caridad" del Centro Cultural Claretiano
estará abierta hasta el día 23 de junio. Consta de los cuadros dedicados a
la Virgen que ha adquirido este centro en los salones nacionales de Arte
Religioso y una serie de bocetos de Miguel Sánchez sobre la historia de la
Virgen de la Caridad, y que fue un proyecto de murales para El Cobre,
proyecto frustrado por la muerte temprana de su autor. El horario es de
martes a viernes de 9.00 a.m. a 12.30 a.m. Los sábados de 9.00 a.m. a 11.30
a.m. Pueden visitar grupos en otros horarios, previa coordinación con
Martica en el 295796 (en el horario museo). Además podrán visitar el
memorial dedicado a Mons. Adolfo, a la exposición de sus objetos personales
se unen unas reliquias funerarias (casulla y estola).
Gracias por su atención, y los esperamos

Osvaldo Gallardo

jueves, 3 de mayo de 2012

Patrimonio cultural en el Callejón de la Alegría.

El Callejón de la Alegría se inicia en el Callejón de la Montera y
culmina en la antigua Calle Real de La Soledad, recibiendo en sus
finales, por el lateral izquierdo, el Callejón de Fundición. Su nombre
no aparece impreso en ninguno de los planos hasta ahora localizado, ni
siquiera en los contemporáneos, lo que podría dar la impresión de su
irrelevancia, cuando en verdad es, por su contribución a la
irregularidad de la traza urbana y por su paisaje arquitectónico un
sustancioso sujeto urbano.
No son pocas las ciudades que poseen una Calle de la Alegría; algunas
quizás por estar de manera permanente bajo el influjo de cierta
festividad, pero también puede guardar relación, como expresión del
pensamiento español en América, con ese canto andaluz cuyo ritmo
determina un baile de raíz popular conocido también como canto
flamenco con copla, por lo general de cuatro versos octosílabos, que
pertenece al grupo de las cantiñas, melodía de carácter festivo
destinada a la danza. Cabe también suponer la presencia aquí de esa
planta herbácea de semillas oleaginosas conocida como ajonjolí, a la
que también se nombra Alegría. Históricamente el Callejón de la
Alegría debe su nombre, al hecho de haber vivido en ella, durante
muchos años, varias hermanas con aquel apellido.
Entre los vecinos de finales del XVIII se encuentran Antonio Díaz, que
en enero de 1779 compra un colgadizo, lateral a otro de Jerónimo
Rodríguez; el mismo que Miguel Rodríguez comprará en diciembre de 1792
para unirlo al ya adquirido a Jerónimo, una modesta construcción sobre
la cual gravitaba un impuesto de 100 pesos destinados al Convento de
San Francisco y la Fiesta de la Santa Bárbara, muestra de la devoción
por esas deidades de sus primeros propietarios. Entre 1833 y 1838 el
presbítero don Esteban de Jesús Vega compra una casa a don Miguel
Espineta y, años después, entre 1842 y 1845, aparece en condición de
propietario en este callejón el notario don Juan Ronquillo. Si su
nombre no se incluye en los planos del XIX; lo cierto es que, dada su
centralidad urbana, personalidades de alto rango social se vinculan a
él.
El censo de 1846 le dibuja de marcada uniformidad arquitectónica. De
las 14 construcciones que aparecen en ella, 10 están clasificadas de
bajas y 4 en la categoría de colgadizo, pero esta aparente
homogeneidad se rompe en el padrón de fincas urbanas de 1865 momento
en que en las fachadas aparecían los números 5 (½), 7 (¼), 9 (¼) y 12
(¼), a lo que se suma, por ejemplo, que don Mateo Bello resulte el
propietario de la 7 ¼, la 9 y 9 ¼; y don Manuel Agustín Ramos de la 7
y la 5 ½. En materia de apellidos ilustres aparecen los De Zayas
(Fernando y Nicolás) y Agramonte, a quienes les acompañan Nápoles,
Mayedo, López, Escobar, Adán, García, Ramos y Sánchez. En cuestión de
género, paradójico al sentido de su nombre, solo 3 de los 16
propietarios son mujeres, imponiéndose la masculinidad. Todos sus
dueños ostentan el título de don; motivo por el cual, si no reina la
alegría, haciendo honor a su nombre, al menos sí la concordia. Cada
una de estas propiedades encierra un valor incalculable para el
patrimonio de las familias principeñas, en 1877, don Antonio Bello
Delmonte pasó a ser dueño de la casa Alegría no. 9, "que la hubo por
legado que le hizo su abuelo don Mateo Bello". En 1888 Lasqueti la
describe de 120 metros, con 12 casas y 5 cuartos.
La huella republicana se anuncia en el plano arquitectónico cuando
Ángela Caballero Arango propone construir "una casa en el
emplazamiento de la accesoria en la casa no 8", un fragmento de la
casa que en 1865 había sido propiedad de don Mariano Adán. La obra,
ejecutada entre el 25 de octubre de 1915 y el 14 de enero de 1916,
apuntaba modestamente en sus elementos compositivos al estilo de moda:
el eclecticismo; el pretil liso, la platabanda de sus vanos y el
zócalo, sin dudas apuntaron a la modernidad para distanciarse de su
otra parte, ahora bajo el no. 8A y en propiedad de Julio Mallorquín.
Mayor alcance artístico logró la casa no. 20, del doctor Luis Cirilo
Menéndez Morell en 1946; el Art Noveau como estilo de referencia
posibilitó la presencia de detalles florales en la fachada y líneas
curvas en el pretil, sin que con ello se borrara el antiguo zaguán, la
sala y una habitación como espacios paralelos al Callejón.
Un cambio cultural y de connotación urbana se le avecinó el 31 de
mayo de 1926 cuando en sesión del Ayuntamiento se dio lectura a una
carta firmada por el presidente y el secretario del Consejo
Territorial de Veteranos de la Independencia, el teniente coronel L.
Suárez y A. Silva Rivas, respectivamente, solicitando el cambio de
nombre para honrar en esta calle al capitán Víctor Pacheco, quien
había sido jefe de la Banda del Tercer Cuerpo del Ejército Libertador.
La propuesta fue aprobada por el Alcalde Municipal el 9 de junio y así
lo comunicó a la población el periódico La Región a partir del lunes
28.
Al rebautizarle con un nuevo nombre se añadió la re numeración de las
casas según el proyecto de 1939, momento en que se invierte la
dirección Estrada Palma-Félix Caballero y de izquierda a derecha. Muy
lejos estaba doña Francisca Agramonte de pensar que su propiedad,
antiguamente no. 10, en la década del 40 del siglo XX estaría dividida
en tres edificaciones bajo los números 7, 9 y 11, todas a título de
Diógenes López Perdomo, vecino de Raúl Lamar no. 258; así como en el
caso de Mateo Bello o su nieto Antonio, antiguos dueños de la
edificación no. 9, que pasaría a mostrar los números 8 y 10 en
propiedad del Dr. Pedro Puig Puig, dueño de una residencia en la
Avenida de la Libertad no. 305, frente a la Plaza de La Caridad. Ni
López ni Puig, ajenos cotidianamente a estas propiedades, estaban
dispuestos a modernizar dichas casas. Juan Escobar en la casona no. 22
moderno mantiene la vetusta imagen arquitectónica y protege el alero
de tornapuntas que corre a lo largo de toda la fachada, así como las
pilastras truncadas que franquean la gran portada de entrada.
Elementos que la distinguen hoy como una de las joyas arquitectónicas
de mayor valía dentro del conjunto.
Pero el mayor grito que ofreció la modernidad en esta calle tuvo lugar
en los primeros años de la Revolución. Entre 1960 y 1967 la casa no.
23, de Marino Peña García y Nidia Ángulo Jardines, apunta a un
racionalismo en el que se combinan elementos de vanguardia como el uso
de celosías en elementos compositivos, a cargo del arquitecto Santiago
Amador Casellas. La obra, además de lucir un medio portal, elemento
atípico dentro del conjunto hasta entonces, se presenta como "un
edificio de un nivel", con sus correspondientes terrazas, para cubrir
la original fachada de 15 metros y 20 centímetros.
Tras la primera década del XXI el Callejón de las Alegrías resulta una
cuadra cargada de un sistema sígnico desde el cual leer la historia
cultural de la ciudad de Camagüey. Los no. 3 y 5 son la huella de las
casas gemelas, testimonios de la maestría de los constructores
camagüeyanos. Podría afirmarse que las no. 19, 22, 24 y 26, por su
lenguaje arquitectónico, son cercanas en el tiempo. Sin embargo, es en
su esquina con Fundición, donde se observan los exponentes más
antiguos: la no. 29 define en su planimetría el callejón, para
alcanzar luego mayor altivez con un alero de sardinel a todo lo largo
de la fachada; por su lado, las no. 32 y 34, partes de una única
construcción en el pasado, sostienen un modesto alero de sobradillo.
El punto de magnificencia en la cuadra, continúa siendo la casa no.
23, una especie de palacio moderno, en la que Iván y Lucy, sus nuevos
propietarios, sostienen una rent rrom para turistas. Aunque su valor
dentro del área declarada Monumento Nacional desde 1978 es
insustituible no forma parte del Centro Histórico Urbano declarado
Patrimonio de la Humanidad.

Patrimonio cultural en el Museo Ignacio Agramonte de Camagüey

Las flores en las colecciones
Que mayo sea considerado el mes de las flores es una idea que desborda
los bailes y festejos que en múltiples pueblos del mundo realizan los
jóvenes en torno a un árbol adornado de cintas y frutas. Mayo es un
mes que por su colorido incita a una espontánea alegría, no en vano
entre sus días está el que se dedica a las madres. ¿En qué medida la
apropiación que los hombres han hecho del universo de las flores
condiciona tanta dicha?
Una aproximación al lugar que ocupan las flores en el imaginario de
los seres humanos devela que bastaría su existencia para establecer un
acertado sistema de comunicación, pues la connotación sígnica de las
flores es tan plural y diversa que entronca con ese mirar
antropológico con el que debe mirarse el patrimonio cultural. Las
flores son, por naturaleza y connotación, por su estructura-función, e
incluso por aristas tan inefables como su fragancia y delicadeza,
muestra de una diversidad tan inatrapable como la totalidad de la
naturaleza humana. De ahí su acomodo a cuantos contextos existen.
Masculinas, femeninas o hermafroditas; símbolo de una pureza que le
erige en culto a la virgen en el mes de mayo, particularmente desde la
blancura de la azucena; cordiales, solitarias o simplemente aisladas
en su relación; al servicio de la arquitectura en la definición del
rosetón de muros y techos; o el arte de la navegación con la de "Rosa
de los vientos"; o compendio de la conducta humana al llamar
"Girasol" a la persona que procura granjearse el favor de un príncipe
o poderoso, o se comenta de la improductividad de un discurso con la
frase "echar margaritas a los cerdos"; aleccionadora en moral desde el
relato popular La flor del lilo-va. Las flores, amén del significado
que cada una tiene en relación con los sentimientos: amistad, lealtad,
cariño, amor…, sirven de referente a cuanto tienen los hombres que
decir entre sí.
Dentro de las colecciones que atesora el Museo Ignacio Agramonte la
flor está presente en todas ellas. Quizás en algunas piezas estén solo
en función decorativa, mas creo que no es fortuita su presencia en
ninguno de los casos. Se exhiben en el Museo por estos días piezas de
Artes Decorativas, Farmacia, Grabaciones Sonoras, Carteras y
sombreros, Abanicos, y Publicaciones, en los que las flores se hacen
presentes. Leer e interpretar estos exponentes puede ser un sendero
para reconocernos a nosotros mismos; combinar la naturaleza y utilidad
de la pieza con la de la flor que contiene puede ayudarnos en este
acertijo.

domingo, 29 de abril de 2012

Bienvenidos

Queridos amigos:
El Advenedizo llega a ustedes con la esperanza de comprender mejor el presente desde el pasado lejano. Pues somos el fruto de lo que alguna vez fuimos. !Buen provecho!

domingo, 5 de febrero de 2012

Indicios del Advenedizo

Jamaica es un pueblo ubicado a 8 kilometros de Guantánamo, en él nací un 29 de diciembre de 1961, “Año de la Educación”, sin imaginar que la vida me depararía  el estudio de una de las más antiguas ciudades de la isla: Camaguey. Entre los estudios básicos en aquel, mi pueblo natal, los de bachiller en la Isla de la Juventud, la ingeniería en el Instituto Superior de Ciencias Agropecuarias en Bayamo, los de Historia del Arte en la Universidad de Oriente, los de la Maestría en Arte en la Facultad de Artes y Letras en la Universidad de la Habana y la de Conservación en Restauración y Conservación de Centros Históricos en la Universidad de Camaguey, terminaron por  dotarme de una formación sumamente ecléctica en el sentido literal del término. Ante esta heterodoxa formación toda construcción se desmorona para rehacerse una y otra vez en las más ingenuas, pero sustanciales obras. Entre la academia y lo empírico, o en sus bordes, puede estar el receptor de cuanto se publique en este espacio, gozando siempre de la libertad de sumarse o no a las ideas que pueda aquí comentar. ¿Objetivos de este espacio? Complacerse de la libertad de expresión que todo ser necesita. De igual libertad gozará usted al elegir cuánto aquí se publique.    
Marcos Antonio Tamames Henderson