jueves, 28 de junio de 2012

Bueno, bonito y barato. Camagüeyanos en la XI Bienal de La Habana.

La Oncena Bienal, realizada entre el 11 de mayo y el 11 de junio de
2012, vino a ser una lección de ética y estética para cualquier
receptor, una encrucijada que exigía agudeza para penetrar en los
intersticios de una realidad insoslayablemente compleja; tan compleja
e insoslayable como el hecho de subrayar la autenticidad y cubanía de
obras realizadas por artistas radicados en otros contextos o aquellas
que, pensadas o elaboradas por residentes en Cuba, no podrían
realizarse sin el financiamiento de patrocinadores extranjeros.
Especial espacio merece el proyecto curatorial Sopa 3B, del
licenciado Juan Gutiérrez Sartre, una suerte de expo venta bajo los
presupuestos de bueno, bonito y barato en el que los artistas devienen
"cuentapropistas" y, por tanto, someten a consideración del público
sus producciones artísticas bajo el simbólico o "módico" precio de 1
CUC o su equivalente en Moneda Nacional, 25 pesos. ¿Anuncio de "nuevas
prácticas artísticas e imaginarios sociales"? Un paralelo entre Sopa
3B, con sede en el entorno de la Galería Wifredo Lam, en Marianao y La
caza del éxito, curaduría de Nelson Herrera Ysla, en el Centro de
Desarrollo de las Artes Plásticas, ubicado en la Plaza Vieja del
Centro Histórico de La Habana, Patrimonio de la Humanidad, permite
algunas consideraciones al respecto.
Mientras La caza… legitimaba en el espacio galerístico la
reconstrucción popular de las obras de los maestros vanguardista del
arte en Cuba y América: Lam, Víctor Manuel, Mariano, Frida Kalo y
Botero, entre otros, junto a elementos símbolos de la República
Neocolonial como balaustradas lumínicas, copones, leones, chapas de
automóviles y cuantas figuras de yeso podamos imaginar; Sopa 3B se
sumergía en la práctica de propiciar al transeúnte del entorno del
anfiteatro de Marianao la adquisición de una obra de factura y
concepto legalmente contemporáneo. De modo que si La caza… proponía un
discurso museográfico integrado por obras de probada demanda en el
ámbito urbano capitalino —con franca extensión al interior de la
isla—; Sopa 3B construía una especie de timbiriches en los que
adquirir, no a través de un intermediario como ocurre en el caso de
las re-reproducciones de La caza…, sino directamente a sus autores una
pieza artística. En la Plaza Vieja del centro Histórico de La Habana,
"artesanos, productores (como suelen llamarse ellos mismos) y en menor
cuantía artistas". En las inmediaciones del Anfiteatro de Marianao,
profesionales y creadores del Camagüey en un genuino salto de la
periferia —en cuanto a isla— a una periferia "otra" —en el ámbito
capitalino.
Así, durante tres jornadas (28, 29 y 30 de mayo), desde las 10 de la
mañana y hasta entrada la tarde, la memoria del Camagüey se hizo
mercancía en arte. La reciente producción de elefantes en óleo sobre
lienzo que conectan a Oscar Rodríguez Martínez (Oscar Jr.) con su
infancia, siempre con esa sólida composición y factura que él mismo se
exige; las sólidas escenas callejeras de Asniel Herrera (Chuly) que
parecen desdibujarse tras el paso de un tiempo reciente, y las
imágenes de una ciudad que se resiste a perderse en los paisajes de
Enrique Murgas, Alí Hamouní y, en una dimensión de mayor
universalidad, en las citadinas de Jorge Luis Pulido, alternaron con
las sólidas figuras, fantasmagóricas por su lejanía, de Joel González
Pallerolls, los grabados de Alexis Pérez Ruiz, Marlon García Sardiñas
y la invitada Silvia Nacy Barrios quienes jugaban con la gráfica de
los 60 ahora recontextualizada en el siglo XXI. A ello se añadía el
juego que establece Eduardo Castillo mediante la combinación de una
tecnología ya en desuso —disquete 3 ½ — y la siempre picardía erótica
que ha acompañado a los seres humanos de por vida y las estampas
fotográficas de carácter teatral de Annielsis Pérez.
De todo había en la viña del Señor. Estaban allí las canoas de Eduardo
Rosales Ruíz, acompañadas de oportunos fragmentos de historias
publicadas en la prensa; los girasoles y una amplia gama de deidades
afrocubanas de Julio Hernández; los candentes comentarios de Néstor
Siré y la desalentadora poética existencial de Juan Gutiérrez Sastre y
Damián Borges de León; todos discursos que alzaban la voz, desde el
arte, por un espacio más tangible para los artistas. El quehacer
Kevin Ávila (Akero) con sus caricaturescos seres, los grabados de
Thaimí Bautista y Leonardo P. Rodríguez, los rostros en carboncillos
de Yanel Hernández Prieto, y la síntesis visual en las imágenes de
David González Pérez, retaron a los transeúntes de Marianao, muchos de
ellos, sin lugar a dudas, fieles amantes de las piezas que se
exponían en La caza del éxito.
Como aquel queso de Najasa o la barra de guayaba que intelectuales
camagüeyanos ofrecían a sus colegas habaneros en la primera mitad del
siglo XIX, así fue la oferta que artistas contemporáneos de la
localidad hicieron a la Oncena Bienal. Una producción artística,
auténtica, genuina, quedó allí, en algún lugar de La Habana.
Bienaventurados los que distanciados de La caza del éxito se
aproximaron a Sopa 3B, a esos 10 kioscos-timbiriches donde los
"artistas" expendían la buena, bonita y barata obra de arte

No hay comentarios:

Publicar un comentario